¿Qué es la duda?

La duda no es vacilación ni falta de confianza. En su centro, la duda es miedo.
Miedo de lo arcaico, de lo primitivo, de lo incontrolable, miedo de la vida y miedo del destino, miedo del abismo que quien duda se crea, por no poseer las herramientas para vencer los obstáculos que les impiden seguir adelante, o calificarlos para ser dueños de una historia congruente, que defina y organice sus vidas adaptándolas de una manera racional y feliz.
Quien duda vive atormentado por la creencia de no ser querido, de no ser aceptado.
Quien duda ha perdido un sentido de dirección y de disposición en su vida. Avanza en medio de un sendero tortuoso donde las señales son imprecisas y donde abunda el recelo. La duda hace de quien guíe una persona de poca esperanza, porque quien está confundido no sabe el camino, ni puede indicarlo.
Desde la antigüedad más remota, los frenólogos se ocupaban con el estudio de lo que entonces se conociera como la folie de doute (la manía de dudar), lo que hoy se estudia como parte integral del trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Los que así dudan se sumergen en los abismos crueles de sufrimientos penosos y paralizantes de la mayor magnitud.
Muchas personas indecisas se congelan frente a las indecisiones con que manejan sus asuntos, coartando y limitando sus opciones.
La duda fatiga y agota las fuentes de nuestra energía emocional drenando nuestros recursos de adaptación. La duda nos hace presa fácil para todos los males derivados del estrés.
La duda nos condiciona a vivir en medio de una existencia de aislamiento prolongado.
Dice Ferrater Mora que "el término «duda» significa primariamente «vacilación», «irresolución», «perplejidad». La duda no significa falta de creencia, sino indecisión respecto de las creencias. En la duda hay un estado de suspensión del juicio.
El estado de duda llevaría a la persona a la paralización, al no poder optar.

¿Por qué dudamos?
Dudamos, porque tememos poner a prueba nuestras capacidades de confrontar cara a cara nuestras propias adversidades sin temor al rechazo, porque no podemos tolerar lo que nos significaría la pérdida de prestigio adquirido tras las mentiras de las apariencias, lo que otros, de nosotros, pensarían.
Dudamos porque no nos consideramos dignos de lo que tenemos ni tampoco dignos de tener más.
Dudamos porque poseemos una inclinación innata hacia la autodecepción y la mentira, donde decimos lo que no sentimos y hacemos lo que no queremos hacer.
Dudamos porque somos esencialmente débiles, por eso dudamos.

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